8 consejos para controlar la ira de los padres

Criar a los hijos es un trabajo grande e importante. A menudo implica equilibrar muchas exigencias diferentes, como el trabajo, el tiempo en familia, las tareas domésticas, las actividades de los niños y las actividades sociales. Cuando uno se encuentra en esta situación, es fácil perder la paciencia y sentirse enfadado cuando las cosas no salen según lo previsto.

A veces puedes sentirte enfadado o frustrado con tu pareja, si la tienes, cuando no estáis de acuerdo en las decisiones sobre la crianza de los hijos, la disciplina y las tareas domésticas. Este tipo de desacuerdos puede generar conflictos, sobre todo si te sientes menospreciado o sin apoyo.

A veces, el enfado o la frustración de tu hijo pueden hacer que te sientas enfadado. Por ejemplo, si tu hijo se enfada y te habla de forma grosera o no hace lo que le pides, puede que tú también te enfades. Puede que te veas atacando en el momento y arrepintiéndote después.

Y hay otros factores que pueden hacer que te sientas más enfadado, como la enfermedad, el estrés en el trabajo, las dificultades económicas, la falta de sueño y la falta de tiempo para ti mismo.

La gestión de la ira puede ayudarte a tratar con tu hijo de forma amable y constructiva. También es un buen ejemplo de cómo manejar situaciones difíciles y resolver conflictos. Aquí tienes varias técnicas para controlar tu ira y mantener la calma cuando trates con tu hijo.

1. Comprométete a mantener el control

Comprométete a intentar mantener el control a partir de ahora. Fíjese en lo que le hace enfadar: ¿es su hijo el que le ignora? ¿O es que las palabras de su hijo le hacen subir a la pared?

No siempre es fácil mantener el control y nadie puede controlar su temperamento el 100% de las veces. No obstante, comprométete a mantener la calma y trabaja para conseguirlo.

Normalmente, lo primero es comprometerse a no decir nada, a no reaccionar en absoluto cuando surja el sentimiento de ira hacia tu hijo.

Concédase un momento para hacer lo que sea necesario para estar más tranquilo. Salgo de la habitación. A veces voy al dormitorio o al baño, pero abandono la situación temporalmente. Recuerda que no hay nada malo en desconectar. No tienes que reaccionar ante tu hijo.

2. Espere que su hijo le presione los botones

Nos enfadamos cuando nuestros hijos no hacen lo que queremos que hagan. No escuchan o no cumplen.

Creo que la mejor solución es esperar y aceptar que tu hijo te presione y no tomarlo como algo personal. En cierto sentido, tu hijo está haciendo su trabajo: está poniendo a prueba sus límites.

Y a ti te corresponde mantener la calma y asegurarte de que tu hijo sabe dónde están los límites y, cuando los sobrepasa, se le exige que rinda cuentas.

3. Sepa de qué es y de qué no es responsable como padre

Algunos padres están confundidos sobre lo que son y no son responsables. Y cuando asumen la responsabilidad de cosas que pertenecen a su hijo, inevitablemente se frustran.

Sé consciente de lo que te pertenece a ti y de lo que le pertenece a tu hijo. En otras palabras, lo que pertenece a tu caja y lo que pertenece a la caja de tu hijo.

Una caja tiene límites, y dentro de esos límites tiene un espacio personal. En tu caja están tus pensamientos, sentimientos y responsabilidades. En la caja de tu hijo están sus pensamientos, sentimientos y responsabilidades.

Una vez que sepas cuál es la caja de cada uno, los padres deben permanecer en su propia caja y no meterse en la de sus hijos. Esto no significa que no seas padre, sino que influyes en tu hijo pero no lo controlas.

Tu hijo tiene responsabilidades que debe cumplir en la vida. Están en su caja. Esas pertenecen a tu hijo, no a ti.

Si siempre piensas que eres responsable de cómo salen las cosas, entonces vas a estar en el camino de tu hijo y eso va a crear más estrés y ansiedad.

Un padre que se mantiene con éxito fuera de la caja de su hijo le diría lo siguiente:

«Soy responsable de ayudarte a resolver el problema. Pero no soy responsable de resolver el problema por ti»

Si sientes que eres responsable de resolver los problemas de tu hijo, entonces él no va a sentir que tiene que resolverlos por sí mismo. Se agitará cada vez más y se esforzará cada vez más. Y cuanto más te esfuerces, menos se esforzará tu hijo. Es contraproducente.

Los padres tienen responsabilidades. Los padres deben entrenar a su hijo cuando sea necesario. Y los padres deben establecer las reglas de la familia y hacer que sus hijos sean responsables de esas reglas dándoles consecuencias efectivas. El resto depende del niño.

4. No te preocupes por el futuro

A veces, nos adelantamos al futuro y nos preguntamos si así serán nuestros hijos el resto de sus vidas. Nos preguntamos cómo van a salir adelante en el mundo real si ni siquiera hacen los deberes.

Cuanto más pensamos en su futuro, más aumenta nuestra ansiedad. En nuestra cabeza, empezamos a preocuparnos de que no estamos haciendo un buen trabajo como padres. Nos preocupa no saber qué hacer para tenerlos bajo nuestro control.

Los psicólogos tienen un término llamado errores de pensamiento. Los errores de pensamiento son los pensamientos que tenemos en nuestra cabeza que no se ajustan a la realidad y que suelen ser negativos y contraproducentes. Uno de esos errores de pensamiento es nuestra tendencia natural a asumir el peor resultado posible para una situación determinada. En realidad, las cosas rara vez salen tan mal como las imaginamos. Parece que a nuestro cerebro le encanta asustarnos.

Por lo tanto, quédate en tu casilla y céntrate en lo que puedes hacer en el presente. El futuro depende de tu hijo y no tienes el control sobre él por mucho que lo intentes. Y si lo intentas, tu ansiedad aumenta y las cosas empeoran para ambos.

5. Prepárate para la ansiedad

Fíjate en lo que desencadena tu ansiedad e intenta prepararte para ello. Puede que observes que todos los días, a las cinco, los nervios de tu familia están a flor de piel. Todos están en casa desde el trabajo o la escuela, tienen hambre y se están descomprimiendo.

Pregúntate: «¿Cómo voy a manejar esto cuando sé que mi hijo adolescente va a venir a gritarme? ¿Qué hago cuando me pide usar el coche cuando sabe que le voy a decir que no?»

Prepárate ahora para el conflicto que sabes que se avecina.

Dígase a sí mismo: «Esta vez no voy a discutir con ella. Nadie puede obligarme a hacerlo. No le voy a dar permiso para que me presione»

Tu postura debe ser: «Por mucho que intente arrastrarme a una discusión, no va a ocurrir»

Déjate guiar por la forma en que quieres verte como padre en lugar de por tus sentimientos emocionales.

6. Utiliza la autoconversación positiva

Habla contigo mismo. Sí, habla contigo mismo.

En tu cabeza, puedes decir algo como: «No voy a reaccionar ante el comportamiento de mi hijo. Voy a dar un paso atrás. Voy a respirar profundamente»

La autoconversación puede parecer una tontería, pero es una herramienta poderosa. Los psicólogos conductistas conocen el poder de la autoconversación positiva desde hace décadas. Puedes controlar la voz de tu cabeza para que produzca calma en lugar de ansiedad.

Pregúntate: «¿Qué me ha ayudado en el pasado?» Empieza a pensar en lo que te ha ayudado a controlar tu ansiedad en el pasado. ¿Qué te ha ayudado a calmarte en algo que te incomoda?

Dígase algo a sí mismo cada vez que sienta que sus emociones aumentan. Puede ser cualquier cosa, desde «Para» o «Respira» o «Baja la velocidad» hasta «¿Realmente importa?» o «¿Es tan importante?» Experimenta y utiliza las palabras que te ayuden a mantener el control.

Yo tengo una imagen mental a mano para calmarme. Pienso en un lugar bonito que me encanta y que siempre me relaja. Trata de imaginarte esa imagen mental. Visualizar ese lugar con antelación aumentará tu capacidad de ir allí de forma más automática cuando sientas que te enfadas con tu hijo.

7. Respira profundamente

Respira hondo cuando sientas que te intensificas, y tómate un momento para reflexionar. Hay una gran diferencia entre responder y reaccionar.

Cuando respondes, te tomas un tiempo para pensar en lo que quieres decir.

En cambio, cuando reaccionas, estás en piloto automático. Es un acto reflejo.

En la medida de lo posible, debes responder de forma reflexiva a lo que dice o hace tu hijo. Asegúrate de respirar profundamente antes de responder a tu hijo porque ese momento extra te dará la oportunidad de pensar en lo que quieres decir.

A veces, para evitar que una olla se desborde, basta con quitar la tapa durante unos segundos para dejarla respirar.

8. Visualiza una relación positiva con tu hijo

Imagina tu relación ideal con tu hijo dentro de cinco o diez años. Pregúntate: «¿La forma en que respondo a mi hijo ahora me va a ayudar a tener la relación que quiero? ¿Mi respuesta me va a ayudar a alcanzar mi objetivo?»

Esto no significa que cedas a las exigencias de tu hijo o que toleres su comportamiento inadecuado. Por el contrario, significa que usted trata a su hijo con respeto, de la forma en que quiere que él lo trate a usted. Significa que le habla a su hijo como le gustaría que le hablara a usted.

Mantén siempre la imagen de la relación ideal en tu cabeza. Haz que esa imagen sea el objetivo. Pregúntate: «¿Valdrá la pena mi respuesta de enfado?» Si tu objetivo es tener una relación sólida con tu hijo, ¿tu reacción te acercará a ese objetivo?

Conclusión

Cuando tu hijo te agreda, tu proceso de pensamiento en ese momento es muy importante. El objetivo es ser lo más objetivo posible sobre nuestro comportamiento y el de nuestro hijo.

Pregúntese: «¿Qué está haciendo mi hijo en este momento? ¿Qué está intentando hacer? ¿Está reaccionando a la tensión en la casa?»

No tienes que conseguir que te escuche, pero sí tienes que entender lo que está pasando y averiguar cómo vas a responder a lo que está pasando. Así podrás mantenerte en el camino y no ceder a impulsos de ira que son contraproducentes.

El propio proceso de pensamiento nos ayuda a calmarnos. Como padres, lo que hacemos es: «¿Qué está en mi mano hacer para calmarme?»

Cuanto menos podamos reaccionar, mejor. Y cuanto más pensemos las cosas, más positivo será el resultado. Ese es el quid de lo que estamos hablando aquí: responder de forma reflexiva en lugar de simplemente reaccionar.

Alguien dijo una vez: «La respuesta viene de la palabra responsabilidad» En ese sentido, gestionar nuestra ira es asumir la responsabilidad de cómo queremos actuar en lugar de tener una reacción instintiva cuando nos presionan.

Y si conseguimos que nuestra forma de pensar se anteponga a nuestras emociones, nos irá mejor como padres. Ese es el objetivo.